en la foto / en la vida real





​En algún momento, hasta los más anticapitalistas y disruptivos hemos pasado por algún local de comida chatarra y nos dejamos llevar por la tentación de pedir el menú de la foto espectacular, una hamburguesa gordita, recién cocinada, repleta de carne sabrosa, un pan crocante... Pero cuando abrís la cajita te encontrás con una bazofia compuesta por un pan gomoso y y un pedazo de carne que ni el capataz más amarrete le tiraría a los esclavos de Awada. De la misma manera, nuestros dirigentes políticos recurren a la foto retocada o al video clip bien producido para mostrarnos sus obras, sus promesas, o sus esporádicas visitas a gente pobre, siempre acompañados del fotógrafo. Hasta que pasás por el sitio dónde sacaron la foto y te encontrás que en la vida real el fotoshop político no estaría funcionando muy bien en el mundo donde hace calor, se huele, se toca, se sufre y se vive. Uno puede ver la foto de una fabulosa ruta que están construyendo en algún desolado paraje de La Pampa y capaz que hasta puede creer que es cierto. Pero el marketing político que tiene constatación real, cercana o diaria tiene sus problemas. Es como comparar la hamburguesa de la foto y la de la caja, o a tu vieja toda maquillada y vestida como para un casamiento cuando no hat ningún casamiento: vos sabés que no es así, no todos los días, tu vieja real es una señora de pantuflas y delantal. Y cuando recorrés las calles de tu barrio ves con tus propios ojos la mentira de la foto retocada, el video montado, las huevadas dichas en algún discurso escrito por otro. Es el curro de las agencias de asesoramiento político, los focus groups reemplazando a las patas en la fuente y el oído en los vecinos. Un temita: cuando se vayan todos (otra vez) los asesores van a estar en otra agencia ayudando a vender, esta vez, hamburguesas

Tito​ Gómez


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